Ha pasado ya mucho tiempo de la última publicación de una entrada sobre Magallanes y Elcano así que vamos a seguir con un nuevo episodio de la primera vuelta al mundo cuando se cumplen ahora 500 años de los actos que vamos a narrar a continuación. Dejamos a la tripulación adentrándose en el desconocido mar Índico despidiéndose de Timor.
Elcano demuestra una audacia extraordinaria por cómo se plantean la vuelta. El objetivo fundamental al salir de Timor es llegar a España navegando hacia el Oeste, evitando las rutas portuguesas para evitar ser detectados y apresados. Por ello, no harán escalas y viajarán alejados de la costa. Es una misión casi suicida, en la que se van a enfrentar a un océano desconocido hasta entonces en las latitudes Sur que se propone recorrer. Después tendrán que doblar el temido Cabo de Buena Esperanza, con fama de ser uno de los más peligrosos por las corrientes y los vientos, y remontar el Atlántico alejado siempre de la costa.
El océano Índico les recibe inicialmente con vientos flojos pero conforme van ganando Sur el mar se va volviendo cada vez más hostil. Los vientos y las corrientes no les van a ser favorables casi en ningún momento en el Índico. Al cabo de mes y medio de travesía divisan a lo lejos una isla, a la que acuden, la rodean, pero no encuentran fondo en ella y tienen que continuar viaje sin detenerse. Se trata de la que después se llamó Isla de Ámsterdam, muy inhóspita y que aún hoy está deshabitada.
La mar es infernal y piensan que no van a logran doblar el Cabo. Se plantean incluso arrojar la carga de clavo, pero deciden no hacerlo. Buscan la gloria, y no quieren volver sin su preciado cargamento. Es el todo o nada. Nos cuenta Pigafetta:
El Cabo de Buena Esperanza (…) es el más grande y más peligroso cabo conocido de la tierra (…) donde experimentamos una tempestad terrible (…). Hallándose la mayor parte de la tripulación inclinada más hacia el honor que a la vida misma, determinamos hacer cuantos esfuerzos nos fuera posible para regresar a España.
Estiman que pasan a solo 8 leguas (44 km) del cabo aunque no pueden verlo, y por fin el 19 de mayo cambian rumbo al Noroeste, ya por fin, esta vez sí, en el Atlántico.
El Océano Atlántico les trae vientos muy propicios. Consiguen reponer el palo del trinquete y avanzan a gran velocidad empujados por la corriente de Benguela. Sin embargo, la extrema dureza de la singladura y la escasez de alimentos (solo cuentan ya por comida con arroz hervido en agua de mar) empieza a causar fatales consecuencias en la tripulación.
Elcano se ve obligado a tomar una decisión contraria a su intenciones: acercarse a la costa para avituallarse. Están cerca de Guinea. Pero tienen muy mala suerte, porque no hallarán más que manglares que les impide acercarse a tierra firme.
Ante tal situación, el 1 de julio Elcano somete a votación entre los supervivientes qué hacer, si continuar viaje a España sabiendo que quizá mueran en el intento, o recalar en las Islas de Cabo Verde, donde se encuentran los portugueses a los que tanto temen. Deciden ir allí, pero tratando de engañarles, diciéndoles que vuelven de América y la avería del trinquete les ha forzado a pedirles ayuda.
El 9 de julio llegan a las islas de Cabo Verde. La Victoria fondea, y parte de la tripulación acude a la costa a bordo de su bajel para traer provisiones. Los portugueses atienden de buena fe a los expedicionarios y les proveen de alimentos y agua. Pero los expedicionarios no van a encontrar aquí descanso. Los portugueses enseguida les van a descubrir.
A los tres días de permanecer en Cabo Verde, el bajel que se había acercado nuevamente al puerto no vuelve. Las autoridades de la isla habían descubierto la verdad y estaban reteniendo a los 13 hombres que en él iban (poco después el Emperador Carlos V conseguiría su rescate). Los españoles habían pretendido comprar algunos esclavos para aliviarles en la labor de achicar agua con las bombas, y para el pago habían utilizado clavo. Los portugueses enseguida les descubrieron.
En la Victoria aguardaron toda la noche la vuelta de sus compañeros y temiéndose lo que estaba ocurriendo largan velas inmediatamente, emprendiendo así la huida. Son muy pocos para gobernar la nao, pero tendrán que arreglárselas. Y deciden despistar a los portugueses tomando rumbo Sur.
Hasta aquí podemos leer hoy. La siguiente etapa del viaje ya la contaremos más adelante. En breve más información.
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